Introducción
lunes, 31 de agosto de 2009
El Código Da Vinci
lunes, 24 de agosto de 2009
Miguel Grau
Miguel
Grau
MIGUEL GRAU
Los Hijos de los Libertadores
Autor: Guillermo Thorndike
Resumen: Víctor Fernández.
CAPITULO I
Esta historia comienza a finales del año 1822 cuando llegó a Piura, la división
libertadora que comandaba el general Sucre, en esta división llegó un militar
colombiano llamado Juan Manuel Grau, quien sería el padre de nuestro héroe. En
ese momento, Juan Manuel no llamó la atención de Doña Luisa Seminario; la
futura madre de Miguel Grau que en ese tiempo vivía en Piura y tenía 12 años.
El 2 de setiembre de 1823 entraba Simón Bolivar a Lima. El año 1825, Pío Días,
un militar colombiano que llegó con Sucre, regresa a Piura y cautiva a doña
Luisa seminario, se casan y tuvieron tres hijos, luego se fue al norte y nunca
más volvió. En 1829, Juan Manuel Grau regresa a Piura en busca de aventuras y
comodidad, tenía 31 años.
En 1830 asesinaron a Sucre y poco después murió Bolivar. Juan Manuel Grau ya
tenía 32 años. Por ese tiempo doña Luisa Seminario ya tenía 20 años y había
sido abandonada por su esposo Pío Días. Juan Manuel vivía cerca de doña Luisa
Seminario y quedó prendado de esta belleza juvenil, con pelo negro, ojos verdes
y madures adelantada. Sin pensarlo dos veces, se la robó en la grupa de su
caballo y fue un escándalo en esa época.
El 10 de octubre de 1831 alumbró un hijo llamado Enrique Grau Seminario, al año
siguiente nació Dolores Grau y el 27 de julio de 1834 nació Miguel María Grau
Seminario, fue el sexto hijo de doña Luisa Seminario y el tercero de Juan
Manuel Grau. Pero Juan Manuel no era un hombre de hogar y las mujeres no le
faltaban, con quienes engendraba hijos sin control. Luisa no aceptó ser
relegada, entregó sus hijos a Juan Manuel y buscó otras parejas con quienes
tuvo otros hijos. Miguel Grau tuvo aproximadamente 25 hermanos. Juan Manuel
Grau llevó a sus tres hijos a la casa de Rafaela, amiga de infancia de Luisa
Seminario, quien los cuidó como a sus hijos. Enrique tenía 8 años, Dolores 6 y
Miguel 5. Juan Manuel Grau se embarcó y regresó después de 3 años para irse a
vivir con sus tres hijos a Paita.
A la nueva vida se adaptaron rápidamente Enrique y Miguel. Al cabo de unas
semanas los hermanos Grau habían aprendido a perseguir peces en la amplitud de
la bahía. Paita era una ciudad primitiva, transitoria, elemental, pero tenía
gran actividad comercial por el ingreso constante de embarcaciones que llegaban
de diferentes lugares del mundo. Juan Manuel Grau era aduanero en Paita y subía
a los barcos a inspeccionarlos. Miguel Grau admiraba estos barcos gigantes para
sus ojos de niño.
En 1843 a Juan Manuel no le pagaron ni un centavo por su trabajo, por lo tanto
el dinero faltaba y tuvieron que cambiarse a una casa más modesta. Su hija
Dolores volvió a Piura. Juan Manuel tuvo otros hijos en Paita.
Enrique y Miguel sobraban dada la pobreza de su padre, tendrían que hacerse a
la mar, el primero en partir fue Enrique a bordo de la goleta Catalina, Miguel
sintió la separación de su hermano mayor, Enrique cuidaba de Miguel, junto a su
hermano había aprendido a nadar en las aguas de Paita.
Mientras tanto, en la memoria de Miguel se diluía el recuerdo de su madre, sin
olvidarla, que era imposible, su ausencia cicatrizaba despacio y cuando le
avisaron que se haría a la mar, supo que su alma había dejado de llorar por
ella.
CAPITULO II
Miguel Grau tenía 9 años y debía embarcarse, lo hizo en el bergantín TESCUA
de un señor Herrera amigo de su padre, Juan Manuel lo entregó formalmente al
señor Herrera. Aprendería a navegar y, cuando estuviera en puerto avanzaría en
sus estudios. Metió sus pocas pertenencias en un costalillo y echó a andar por
la ribera hacia el bergantín.
Hasta pronto Miguel, ya nos veremos. Miguel Grau cumplió 9 años de edad en alta
mar. Parecía un viaje perfecto impulsado por los vientos del sur, a ratos
Herrera le permitía a Miguel llevar el timón del barco, dejaron atrás la línea
ecuatorial y cambió el mapa de las estrellas.
Entonces se acercaron a los siete picos de la isla de la Gorgona cerca de
Buenaventura. En pocos segundos sobrevino el infierno. Grandes y poderosas olas
intentaban engullirlos, hasta que la pobre TESCUA empezó a rajarse y se fue a
pique. Miguel Grau se sintió enviado al fondo por el naufragio, pero Herrera lo
sostuvo hasta que ambos pudieron flotar.
Las aguas habían perdido temperatura y los dientes de Miguel tiritaban, hasta
que apareció una embarcación que vino a salvarlos. Miguel estuvo inconsciente
con fiebre, se recuperó y más tarde se reencontró con Herrera y dos
tripulantes, los demás habían muerto o se los habían comido los tiburones.
Salieron hacia buenaventura y allí casualmente se encontró con su hermano
Enrique. Pobre Miguel decía Enrique, abrazando a su hermano y Miguel se dejaba
consolar sintiéndose a salvo junto al hermano mayor.
No tardaron en separarse. Enrique se fue al norte y Miguel al Sur con destino a
Paita. Herrera estaba arruinado y debía apurarse por salir al mar, consiguió el
mando de la goleta FLORITA y partió rumbo al Callao llevando a Miguel Grau como
tripulante.
Miguel Grau a los 10 años podía considerarse propietario de su pequeño destino
y gozaba del aprecio del capitán Herrera, quien se complacía enseñándole las
artes náuticas y los secretos de las estrellas. 35 días después llegaban al
Callao para luego partir nuevamente al norte el 10 de julio de 1844.
El capitán Herrera fue contratado como capitán del bergantín Josefina, tres
veces más grande que el Florita, por lo tanto el joven Grau cambió de
embarcación y partieron con rumbo al Callao. Luego nuevamente partieron rumbo a
Panamá como correo postal.
A su regreso al Callao, Miguel se encontró con su hermano Enrique. Era el
primero de enero de 1845, pasaron unos días juntos conociendo Lima, pero el
descanso llegó a su fin y tuvieron que separase nuevamente cada uno en su
respectiva embarcación.
Miguel Grau navegó en el bergantín JOSEFINA aproximadamente 3 años en la ruta
Callao y Panamá. El 6 de mayo de 1845, El Josefina entró al puerto de Paita.
Miguel volvía después de tres años, su permanencia en el mar lo había cambiado.
Aún no estiraba su estatura pero tenía espaldas anchas, manos grandes y
fuertes. El capitán Herrera lo llevo a conocer en Paita a la señora Manuelita
Sáenz, a quien llamaban la libertadora, por haber sido el gran amor de Bolívar
hasta su muerte. En Lima habían proclamado presidente de la República a don
Ramón Castilla.
CAPITULO III
El 10 de junio de 1846, llegó al Callao el nuevo vapor ECUADOR, que remplazó a
Josefina como correo postal y dejó sin trabajo a Miguel Grau. En ese tiempo la
caza de cetáceos estaba en todo su apogeo, usaban su aceite para iluminar las
ciudades. En noviembre de 1846 llegó a Paita el barco OREGON y necesitaba 9
tripulantes para iniciar otro año de cacería por el Pacífico Sur. Miguel se
ofreció y arrancó otra etapa de su vida como marinero, tenía entre doce y trece
años, era el más joven de la tripulación, Pescaban cachalotes y ballenas. El OREGON se dirigió al centro del océano,
cerca del las islas Sándwich, donde encontraron gran cantidad de cachalotes y a
otros balleneros que venían del norte con noticias confusas acerca de la guerra
entre Estados Unidos y México.
Dos años después de haber iniciado su viaje decidieron darse una semana de
descanso. Así regresaron a Paita el 27 de julio de 1847. Miguel Grau había
cumplido 13 años de edad y bajó a tierra. En Paita nada había cambiado, su
padre Juan Manuel seguía tan pobre como lo dejó, llegaron un martes y partieron
el viernes siguiente. El OREGON siguió su campaña de pesca hasta el 17 de agosto
de 1848, fecha en que regreso a Paita. Miguel desembarcó y se quedó.
En esta oportunidad Miguel volvió a Piura después de ocho años. Cuando de fue
tenía 7 años y ahora regresa a los 15. Nada lo distrajo hasta que llegó a la
casa donde nació, esclavas y sirvientes lo reconocieron, lo esperaba su madre, no
tenía más de 40 años pero se veía envejecida, le extendió las manos con las
palmas abiertas. Ven. Dijo Luisa, y el hijo fue a arrodillarse a sus pies,
abrazándose a ella y hundiendo el rostro en el regazo que creía perdido.
Entonces lloró, lloró por sí mismo y por ella, por los años perdidos, por el
encuentro y una nueva e inevitable separación. Las manos de Luisa acariciaron
su cabeza. El alma de Miguel no le guardaba ningún rencor y ella lo supo. Y se
despidieron, fue a alojarse en la casa de una amiga de su padre.
Al día siguiente se encontró con su padre, lo veía envejecido a los 50, aún más
golpeado que Luisa. “Lo último que supe es que había ido a cazar ballenas”,
dijo Juan Manuel al ver a su hijo, almorzaron juntos y Miguel le contó sus
planes de viajar a Inglaterra, Francia, China y Estados unidos. Juan Manuel lo
escuchó y le dijo: “Tú y tu hermano Enrique deberían considerar la posibilidad
de ingresar a la marina, yo podría ayudarlos con algunas amistades que tengo en
Lima”, Miguel le respondió: “Conversaré con Enrique cuando lo encuentre”.
CAPITULO IV
Miguel Viajo al Callao y mientras buscaba el buque adecuado para embarcarse,
buscó a un profesor para que le enseñara escritura y matemáticas, recordemos
que Miguel se embarcó solo de 7 años de edad y no tuvo tiempo de estudiar en un
colegio. En el plano internacional Estados Unidos se había apropiado de
California y la guerra con México estaba finalizada.
Miguel vigilaba la llegada de todos los buques. Al despedirse de Enrique, habían
prometido encontrarse en 1849. Al fin llegó Enrique, lo sorprendió el tamaño de
su hermano menor, no se separaron las siguientes semanas, juntos visitaron Lima
por segunda vez, alquilaron caballos para ir a Amancaes y fueron a
reconciliarse con Dios en la iglesia de los descalzos.
Esta vez pudieron conversar sobre su pasado y sus proyectos, uno y otro habían
regresado a Piura en busca de sus padres y hermanas. Enrique se embarcaría una
vez más y luego tentaría suerte en la carrera naval del Perú, Miguel haría lo
mismo. Volvieron al Callao y se embarcaron con destinos diferentes. Miguel en
un buque llamado LA PERUANA de 600 toneladas, que transportaría guano de las
islas de Chincha al puerto de Liverpool en Inglaterra.
Las islas guaneras de Chincha en ese tiempo tenían una costra de defecaciones
de 30 a 50 metros de espesor. La explotación del yacimiento del guano más
grande del mundo había empezado 9 años atrás. Cada día zarpaba un buque repleto
de guano. Cargaron a la PERUANA y retornaron al Callao para el registro
correspondiente, y luego izaron velas el jueves 15 de noviembre de 1849 rumbo a
Liverpool Inglaterra. Atado al buque y llevando el timón, el joven Grau sentía
una energía descomunal. Se acercaban a un continente encapotado. A los ojos de
Grau aparecieron dos grandes islas que emergían de aguas hoscas, la lluviosa
Irlanda e Inglaterra.
El puerto de Liverpool mostraba su sombría inmensidad, diez veces más grande
que el Callao. Entregada la carga, Grau ardía por conocer el gran imperio y la
ciudad de 300,000 almas, quedó muy impresionado del contraste entre los muy
ricos y muy pobres.
CAPITULO V
¿Que hizo Miguel Grau después de este viaje? Nadie lo sabe. ¿Volvió en la
PERUANA al Callao?, ¿se quedó en Inglaterra? Lo cierto es que Miguel apareció
en el Callao en el mes de junio de 1851, después de 19 meses de su partida. En
ese año el general Echenique fue elegido Presidente del Perú, en una elección
donde hubo captura de mesas, balazos y sangre derramada.
En la misma época estaba de moda el negocio de la inmigración china y Miguel
quería participar en esta aventura, con este fin se embarcó en la nave CONROY.
El 28 de setiembre de 1851 largaron velas con destino a las Islas Sándwich,
Miguel en ese momento tenía 17 años, luego pasaron a Manila Filipinas, Hong
Kong y Macao. En Macao Miguel desembarcó, porque quería navegar en un barco
inglés o norteamericano.
Así fue que a comienzos del año 1852 Miguel se embarca en la nave inglesa
GREENWICH tres veces más grande que el CONROY, su carga eran culíes, chinos que
se embarcaban mansamente como ganado, vestidos con calzones o largas camisas.
El destino de esta nave era San Francisco en California. San Francisco era una
frontera entre varios mundos y el joven Grau se sintió a gusto en una ciudad
que 6 años atrás solo tenía 600 habitantes y ahora pasaba de 60,000, el oro era
la gran atracción.
A comienzos de abril del año 1852 en San Francisco, Grau se embarca en la
fragata estadounidense CORSAIR en un nuevo viaje a la China. Llegaron a
Shanghai y aquí, Grau cambio de embarcación, tomo la WITCHRAFT que viajo a
Singapur y luego a Hong Kong. Miguel Grau ya tenía 18 años. Luego se embarco en
la nave STAG HOUND que viajaba a Nueva York con un cargamento de té. Y así
Miguel siguió navegando en diferentes naves y diferentes mares del mundo, hasta
el mes de mayo de 1853, en que retorna al Callao, a los 19 años de edad y
después de cuatro años de ausencia.
CAPITULO VI
El destino reunió a los hermanos Grau en Lima, Uno había cumplido 22 años y el
otro 19, Enrique le llevaba una pulgada de estatura y ambos se veían fuertes,
se dieron un largo abrazo. En agosto ambos debían presentarse a la Marina de
Guerra, Enrique había averiguado que faltaban guardiamarinas en la nueva
escuadra que seguía creciendo con el Presidente Echenique. El último día de
julio de1853 llegó a Lima Juan Manuel Grau, no había visto a sus hijos muchos
años. Al verlos mayores, llenos de fortaleza, el viejo libertador colombiano se
emocionó. Tenía 54 años pero parecía de 60 y una descendencia de
aproximadamente 25 hijos en diferentes mujeres. Escuchó que sus hijos querían
postular a la Marina de Guerra y se sintió complacido.
Al día siguiente debían presentarse a la Comandancia General de la Marina a
solicitar su ingreso, presentando una declaración jurada de su experiencia en
los océanos. Les pidieron escribir los datos de todos sus viajes: nombres de naves
y del capitán, lugares de destino, fechas de inicio y terminación, debían
firmar la declaración jurando que era exacta en todo su contenido. El
Ministerio de Guerra y Marina les avisaría más tarde si eran requeridos sus
servicios.
Y comenzaron a pasar los días, semanas y meses esperando la respuesta, la
respuesta esperada no llegaba, entonces Juan Manuel acudió a su amigo el
Mariscal La Fuente, éste se comprometió a ayudarlos. Siguieron esperando hasta
el 14 de marzo de 1854. El Mariscal La Fuente fue nombrado Ministro de Guerra y
ordenó el ingreso de los hermanos Grau a la escuadra como guardiamarinas con un
sueldo de 43 pesos mensuales. Por fin se iniciaban en la carrera de las armas.
Miguel Grau ya cumplía los 20 años de edad y con el nuevo uniforme de marino
parecía más delgado, llevaba canana, pistola y espada. El joven Grau hablaba
poco y estaba habituado a la disciplina, no tardó en ganarse el respeto de sus
superiores. Su Primer buque como guardia marina fue el RIMAC de 800 toneladas,
viajaba al norte o al sur siempre llevando tropas.
Miguel fue cambiado de nave, paso al pailebote VIGILANTE, una pequeña
embarcación de 78 toneladas y los enviaron al norte a patrullar entre las islas
de Lobos y Paita. Juan Manuel Grau se quedó en Lima, donde Enrique y Miguel lo
auxiliaban cada uno con 15 pesos de los 50 que ganaban, para que el viejo
viviera con dignidad.
Castilla tomo Lima y derrocó a Echenique, y decretó la abolición de la
esclavitud. Su primera orden fue separar de su cargo a todos los jefes y
oficiales navales y militares que no le habían obedecido, los buques quedaron
sin jefes que los comandaran, incluido el Vigilante donde servía Miguel Grau.
Se convocaron a elecciones generales por primera vez, donde se eligió a los
miembros de la Asamblea Nacional, que a su vez nombró a Castilla Presidente
Provisorio del Perú.
Miguel Grau siguió en el Vigilante hasta el 7 de enero de 1856 en que fue
cambiado a la nave UCAYALI. En esta nave fue ascendido a alférez, luego lo
cambiaron a la nave Insignia de la armada, APURIMAC, estando de servicio en
este buque tuvo el honor de conocer al Presidente Castilla.
Sucedió que al Presidente, le gustaba pasear en barco y se embarcó en el
Apurimac, los oficiales fueron presentados al Presidente, al escuchar el nombre
de Miguel Grau el presidente murmuró: “Grau, si colombiano, ya me acuerdo”.
Fueron hasta las islas de Chincha donde vieron más de cien barcos esperando su
turno para cargar guano. 25,000 negros habían quedado en libertad y pobreza,
mientras que 30,0000 chinos los reemplazaban en las haciendas.
CAPITULO VII
El teniente Montero y el alférez Miguel Grau, ambos oficiales del buque
Apurimac, también protagonizaron su rebelión con la idea de derrocar a Castilla
y poner en la presidencia al general Vivanco. El general Vivanco había sido
Presidente del Perú antes de Echenique y se recordaba que fue un presidente
honesto. Por esta razón, Grau y Montero decían “proclamamos al general Vivanco
y la regeneración de la patria “y tomaron bajo su mando el Buque Apurimac. A
las 6 de la tarde, ya habían transcurrido 4 horas de la revolución. Un teniente
y un alférez dejaban sin buque insignia a Castilla. Juan Manuel Grau, también
se entero y se mostró sorprendido y complacido.
Una edición especial del diario oficial El Peruano publicaba un comunicado que
decía “dos oficiales subalternos han seducido y amotinado la guarnición de los
buques nacionales Apurímac y Loa.
Esta noticia llegó a Vivanco y quería conocer a los revolucionarios a bordo, al
conocerlos quedó sorprendido por la juventud de Grau y Lizardo Montero.
Mientras tanto el Presidente se había mudado al Callao. A las 5 y 20 de la
mañana Castilla dirigía las operaciones y dio la orden de abrir fuego, las
balas se habían acercado a Miguel Grau con ganas de tocarlo. Vivanco carecía de
planes.
Al amanecer del 2 de abril de 1857, el cuarto maquinista del Apurimac, irrumpió
en la cámara buscando a Montero a quien le hizo tres disparos de revólver.
Vivanco se proponía capturar el puerto del Callao y con este fin, aprovechando
la oscuridad de la madrugada, envía 750 soldados a tierra para tomar posesión
del Callao, pero el ejército que apoyaba al Presidente estaba en el Callao
esperando a los revolucionarios y comenzó la batalla. Era evidente que la
sorpresa había fracasado.
Miguel Grau observó y confirmó la tragedia. Terminada la batalla inútil, se
alejaba la Apurimac al Sur extrañamente vacía, sin pasajeros ni guarnición.
Atrás quedaban muertos y prisioneros, muchos de ellos oficiales arequipeños.
Grau empezaba a dudar del destino que había elegido.
Vivanco desembarcó en Arequipa. La Apurímac seguía su campaña en el sur con
Miguel Grau a bordo. En Miguel se advertía cierta amargura de revolucionario
vencido, no era el mismo Grau que había encabezado la revolución.
Mientras tanto Castilla tomaba Arequipa, la batalla fue sangrienta, a las diez
de la mañana ya había más de 1000 cadáveres en las calles, la victoria era para
Castilla. Vivanco desapareció.
Grau decidió viajar a Valparaíso, no confiaba en Castilla. Entregó la fragata a
las autoridades de Arica y se embarcó en un barco ingles rumbo a Valparaíso.
Por el momento la guerra había concluido. Era el año 1858 y Miguel Grau
cumpliría 24 años de edad.
CAPITULO VIII
A los 24 años de edad se sentía en la ruina. Grau se endureció en el
silencio.
Después de la captura de Arequipa, Castilla fue proclamado Presidente por el
congreso en octubre de 1858. Grau permaneció en Valparaíso.
Entonces llegó una carta liviana, de una sola hoja, la firmaba su padre Juan
Manuel. Tenía la infinita pena de participar la muerte de su hermano Enrique en
Chanchamayo, le habían disparado una flecha, ¿cuándo sucedió? Juan Manuel no lo
decía. Miguel se había quedado solo sin su hermano más querido. Decidió volver
al Perú.
Una vez instalado en el Callao, tomó contacto con algunos empresarios, le
ofrecieron el mando de un buque y aceptó, un bergantín de 200 toneladas llamado
MARIA CRISTINA. El 02 de abril de 1859 dio la orden de zarpar, llevaba
pasajeros y carga con destino a Huanchaco, luego regresó al Callao y luego al
Sur, muchos personajes de los puertos sureños veían con agrado a Grau
nuevamente en el mar y preferían confiarle su carga, porque era muy puntual en
sus entregas.
CAPITULO IX
Mientras tanto en Lima, A las 7 de la noche del 25 de julio de 1860, Castilla
caminaba por la calle del Arzobispo rumbo a la Plaza Mayor seguido por dos
edecanes, cuando se adelantó un jinete en un zaino terciado y le disparó a boca
de jarro a la izquierda del pecho.
Pero no estaba escrita la muerte del gran mariscal, la bala le atravesó el
brazo izquierdo sin tocar el hueso. Cuando Grau regresó a Lima de sus viajes,
se enteró del pistoletazo contra Castilla. Miguel Grau ya tenía 26 años de
edad.
Por ese tiempo al Mariscal La Fuente, le agradaba organizar tertulias los días jueves
de cada semana. El jueves 22 de noviembre de 1860 llegó a esta reunión Miguel
Grau, marino en tierra trajeado de azul turquí, cuya elegancia procedía de la
juventud más que del atuendo, pero tenía otros atractivos, una aureola de
rebeldía y la fama de valiente compartida con Montero.
En la reunión había un grupo de jovencitas muy lindas. Una de ellas clavó sus
ojos en la mirada brillante de Miguel Grau, que enrojeció turbado. Cuando le
tocó la mano, supo que aumentaba su confusión y ella rió alegremente, secundada
por sus amigas. ¿Quién es? Pregunto Miguel. Es una de las hijas de don Pedro
Cabero y Valdivieso. Al día siguiente Miguel partió al Callao, llevaba en sus
ojos la imagen de la joven Cabero.
Grau regresó después de 9 meses, había navegado entre Paita, Guayaquil y
Buenaventura sin descanso. Pero en el Perú todo empezaba a cambiar, la era de
Castilla llegaba a su fin.
En esa época el balneario de moda era Chorrillos, y todos en el verano se
trasladaban a él, Castilla era uno de los primeros en emigrar a la playa, un
día vio que un buen nadador surcaba la playa, Castilla preguntó ¿Quién ese
extraordinario nadador que visita nuestro balneario? Su ayudante le contestó
“es Miguel Grau mi mariscal ¿el de la fragata Apurimac? Preguntó Castilla. Si señor
contestó el ayudante. Entonces comentó el Presidente: “Prefiero verlo aquí,
mejor en Chorrillos que embarcado, es muy peligroso, muy peligroso”.
Miguel Grau a fines de marzo, se embarcó en el bergantín Apurimac con destino a
Paita. Después siguió viaje a Centroamérica hasta las costas de México. En
Estados Unidos era Presidente Lincoln y había comenzado la guerra de secesión.
Grau no volvió al Callao hasta agosto. En Julio de ese año se había elegido
Presidente del Perú a San Román.
El domingo 28 de setiembre de 1862, Grau fue contratado para emprender un viaje
de 3000 millas con destino a la Polinesia, al mando de un bergantín de 98
toneladas, con la finalidad de traer esclavos llamados canacas para que
trabajen los campos, por que los negros dejaron de ser esclavos y no había
quien realice esa labor.
Pero este viaje tan largo y difícil terminó en una tragedia. Cuando se
encontraban a 3,500 millas del Callao, cerca de la isla Manihiki o Humprey, los
agarró un huracán. Grau sabía que en cuestión de minutos nadie podría salvarse,
mandó a echar botes y tomar los víveres que se pudiera, tomó el libro de
bitácora, los papeles de buque y un pequeño cofre con dinero, esperando lo
peor. El naufragio lo dejó en una isla de dos millas cuadradas. Grau regresó al
Callao el 6 de enero de 1863, sin barco.
CAPITULO X
El 24 de octubre del año 1862 se había instalado el nuevo gobierno del Mariscal
San Román y con la nueva época llegaba un amplio perdón. Miguel Grau fue
absuelto de toda responsabilidad por la pérdida del bergantín y pudo solicitar
su reincorporación a la Marina de Guerra del Perú, el primer trámite era ser
reconocido como alférez de fragata, en segundo lugar acogerse a algunos
beneficios de la ley de amnistía, lo cual significaba subir un grado a teniente
segundo. Tercer trámite: pasar a la actividad de servicio. Veintinueve años
tenía Miguel Grau. Mostraba el rostro tostado de quien ha vuelto de los Mares
del Sur, se le veía muy fuerte, erguido en una levita azul.
El Presidente San Román cumplía 4 meses como jefe del Estado y falleció. Lo
sucedió el general Pezet que era el primer Vicepresidente.
Miguel se reincorporó a la Marina con el grado de teniente segundo en el buque
LERZUNDI que zarpó con destino a Paita, para Miguel era como volver a casa,
luego volvió al Callao.
CAPITULO XI
En enero de 1863, el Almirante español Pinzón ataca al callao sin éxito, para
cobrar una deuda que el Perú le debía a España. El 13 de diciembre de 1863 Pinzón
regresó al Callao con dos fragatas de guerra, la “Resolución” y “Triunfo”. El
Presidente Pezet no lo recibió.
Lo cierto es que Pezet procuraba ganar tiempo, quería comprar nuevos blindados
y cañones de Europa.
El 8 de enero de 1864 Miguel Grau Fue ascendido a teniente primero efectivo, y
fue llamado junto con Aurelio García, al despacho del Ministro de Guerra y
Marina, quien les dijo “Se van a Europa en misión confidencial, en las
legaciones de Londres y París recibirán sus instrucciones definitivas, no deben
contar a nadie el carácter reservado de su misión ni escribir sobre ello desde
el extranjero”.
El domingo siguiente, Miguel fue a misa en uniforme de gala, a la iglesia de la
Merced donde el señor Cabero lleva a sus hijas. Al verlo en espera sonrieron y
Grau le ofreció su brazo, nada existió entonces aparte de Dolores. Al salir, El
teniente Grau explicó que debía embarcarse para un largo viaje y que ese
encuentro servía para despedirse, ella lo miró intensamente y le dijo: ¿Va
lejos Miguel? El asintió, muy lejos quiso decir con la mirada. Le apretó el
brazo y le dijo: “Estoy segura que todo saldrá bien, Miguel. Lo estaré
esperando”. Grau cumpliría ya 30 años y era nadie en la historia del mundo. Ni
siquiera sabía cuando y como volvería, si en paz o en guerra y si sería capaz
de dar su vida por su patria y su bandera.
FIN